Tus manos son el último resquicio de ti,
en donde anidan mis más locos deseos,
donde se entretiene mi cabello,
plácido, dejándote ser...
Mientras el amor nos ocupe,
nuestras manos seguirán entretejiéndose,
atándose unas con las otras
a la menor provocación.
Enramaje divino el de tus dedos,
que me hace sonrojar.
Cerca de mis labios,
los hacen claudicar sin batalla alguna
y cuando los detienes en tu rostro,
al platicar, siempre me atrapan.
Tus manos son dos cometas
de las que me gusta dejarme hipnotizar;
suben y bajan mientras hablas,
se atoran en el primer objeto que encuentran
y comienzan irreverentes a jugar.
En mi lecho, tus manos habitan,
son un par de lirios danzantes
que viven sin prisa ni tiempo,
cuya melodía favorita
es la del arrullo del viento.
Me gusta de tus manos
que son tu silencioso contraste,
varoniles y fuertes
como un peñasco a la orilla del mar,
pero no saben ellas disimular
la ternura que se esconde dentro de ti;
Detengo ociosa en ellas mi mirar
cuando sé que estás distraído,
no necesitan adorno alguno,
les bastan mis diez fantasías por cumplir
en tu firmeza y suavidad al tocar.
Quiero a tus manos cuando trabajan,
las anhelo en tu ausencia
y me llenan de fascinación
porque no son tus ojos, ni tus pasos,
sino tus cálidas manos
las que son el principio y fin de tu ser.
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