Esta crónica ya fue publicada hace como un año en un blog de un amigo, justamente es un fragmento de una carta que le mandé... después de que en ese viaje, su cámara fotográfica se quedara sin pilas.
Crónica de un día en Cuzama…. o lo que se escapó a la mirada certera de una cámara digital.
Julio, 2006.
Después de un tramo de carretera relativamente corto, que por lo estrecho del asfalto, en momentos parece interminable, pasando el pueblo de Acanche, y dejando atrás el asombro por los bicitaxis, así como casi una hora de buena plática y una pirámide justo frente a una plaza principal, queda la localidad de Cuzama.
Ya los tramos de rieles a un costado de la carretera anunciaban la promesa de un recorrido poco común, sorprenden los restos de una hacienda que a la vez que anuncia grandeza de otros tiempos, grita la ruina y decadencia que inevitablemente dan paso a lo nuevo…
Después de preguntar en algunos lados, al fin llegamos al lugar en donde se reúnen los conductores de las trucks que son jalados por mulas o caballos; en donde sin más preámbulos empiezan los rieles a mitad de la calle… pactamos así, en ese lugar, 130 pesos por un viaje inimaginable.
Fue entonces que subimos al carrito de madera con asientos de tablones remozados por unos cojines azules que parecían haber sido sustraídos contra su voluntad de algún juego de colcha o una sala, con la emoción por lo nuevo a cuestas y la esperanza cifrada en los comentarios de la señorita de la oficina de turismo.
Una vez el carrito en los rieles y los pasajeros acomodados, la mulita “Rumina” -un poco de mala gana- nos llevó por un sendero muy peculiar, con toda clase de plantas a los costados, flores de muchos colores, trozos de bardas hechos de piedra, henequenes furtivos azulados que salpicaban el verde del paisaje, entre cientos de mariposas que como papelitos festivos multicolor acompañaban el paseo, revoloteando por todos lados alrededor de la truck… amarillas, blancas, naranjas, negras con otros colores… así se sucedían solas, en grupo o por parejas las mariposas, casi como en un sueño.
Esos rieles que hace un siglo transportaban henequén en carros que no sabría decir si fueron jalados por animales de carga o por personas, ahora llevan turistas y contemplan uno que otro europeo que por ahorrarse unos pesos se aventura a darse cuenta de que ese recorrido tarda mucho a pié.
…por fin el techo de manta naranja de la truck dejó de bambolearse y Rumina se detuvo en el primer cenote, la prisa por conocerle me hizo ignorar todo lo que había alrededor de la entrada. Unas escaleras de madera nos llevaron hasta la misma orilla con rocas y un poco de arena, así como algunos pececillos que sorteaban bajo el agua las piernas de los visitantes. El líquido es fresco y dulce… las palabras sobran, pues hay un video de ello, de ese cenote que aún siendo encantador era el menos hermoso de los que vistamos aquel día.
Sale uno feliz y sin ganas de quererse ir, pero el tiempo apremia y aún dos citas más a ciegas con lo incierto de cómo serían los otros dos cenotes de la región nos hace apresurar el paso.
Otra vez la truck y el chapoteo de los cascos de Rumina al pasar apresuradamente por los charcos del camino.
En el segundo cenote, un camino un poco más largo hacia la entrada, jamás anticipa a la imaginación del viajero lo que está apunto de ver; al inclinar la cabeza para sortear la escarpada entrada, deja sin habla a todo aquel que entra por primera vez…solo alcanza el aliento y el alma a balbucear la primer expresión de asombro que el pensamiento deja escapar cuando regresa en sí mismo después de ver tanta belleza:
Es un crisol de reflejos turquesinos anidados en la roca, un hondo transparente que engaña a la mirada haciendo creer que el fondo se encuentra cerca cuando en realidad hay varios metros de por medio y aún así el agua tan pura y cristalina deja ver hasta el último detalle de las rocas mas pequeñas que yacen en el fondo a pesar de ser visto desde varios metros arriba.
Con las raíces entretejidas de un álamo adornando un costado y un rayo de luz coronándole, el segundo cenote es un verdadero ladrón de pensamientos… no puedes pensar nada más; sólo puedes quedarte absorto admirando, con las palabras secuestradas por el asombro de ver ese hermoso espejo abrazado por las rocas.
Después de admirar o retozar el agua de ahí, uno no puede esperar a llegar al tercer cenote del que hemos oído en el camino que es el más bello de los tres. Salimos animados y expectantes, pero los truenos amenazaban desde el cielo.
Sobre advertencia no hay engaño y a los pocos minutos comenzó a llover, justo al momento de llegar al tercer cenote… la verdad es que la lluvia estaba deliciosa, ni fría ni tibia, tan solo lluvia en gotas generosas y musicales en ese rincón de tierras mayas.
Los estruendos de los truenos nos apresuran a acercarnos a la entrada, pero no esperábamos lo que encontramos…en vez de una entrada amplia, un agujero profundo con una escalera vertical de final desconocido.
Los que salían comentaban que las escaleras eran resbalosas sin agua y ahora que caían las gotas de lluvia había que tener más precaución…
…
…
La lluvia caía
…
…
Miedo…
…
Curiosidad…
…
…
¿Cuál de estos sentimientos podrá más?...
Algunos de los visitantes desisten…
…
La lluvia arrecia…
Y entonces sale un muchachito con la mitad del cabello rubio y corto y la otra mitad largo y castaño, con ojos azules… azul cielo.
…¿Qué tal está este cenote?...
-Uy, precioso; la verdad vale la pena
-además se está mejor allá abajo que acá arriba.
…
El fragor de un trueno cercano me apresura a tomar la decisión.
Esos tenis me habían hecho perder el equilibrio en otras ocasiones sobre piso mojado, así que era mejor prescindir de ellos; los dejé a un costado de la entrada, como los niños que van a los juegos comunitarios en los que no permiten usar calzado para entrar.
Mi primer pensamiento al asomar la mirada a ese hoyo negro y profundo: … si alguien se suelta de la escalera, seguro se mata.
El segundo pensamiento: Diosito, ayúdame a agarrarme bien, porque no le quiero faltar a mi familia.
El sentimiento que prevaleció en todo momento: en el fondo de mí, sí quiero verlo, ya llegué hasta acá y sí lo quiero vivir.
Mis dudas y mis temores tuvieron que morderse unas a otros y me acompañaron en cada escalón. Al llegar abajo apenas vislumbré el cenote y no veía nada de mi alrededor inmediato, sabía que a cada paso tarde o temprano me iba a topar con un escalón y avancé a tientas. Después de un minuto mis ojos ya se empezaban a acostumbrar a esa semi-oscuridad.
No sabía si mi compañero de viaje había desistido… a los pocos segundos también apareció al final de la escalera vertical.
…¿Qué ví?...
La piscina de los dioses
Quien quiera saber como es, tendrá que ir y descubrirlo por sí mismo.
Al centro de la bóveda de roca que le cubre hay un pequeño agujero por el cual pende una gran raíz y cuando llueve, al parecer de mi amigo, al estar bajo ese agujero y ver caer la lluvia, ésta parece existir en cámara lenta… me pregunto si será que al vivir experiencias tan maravillosas Dios nos da el don de detener un poco el tiempo en nuestro interior y nos parece que todo sucede tan lento, que de repente giras la mirada y regresas a la realidad para seguir viviendo.
Dicen los que han ido antes, que a las 12 del día un preciso y delgado haz de luz entra por el agujero del techo y es suficiente para iluminar el recinto completo y que un arcoiris lo inunda todo.
Al salir la lluvia ya había pasado
Subimos a la truck para emprender el regreso; la mulita Rumina cabriteaba y su dueño la reprendía, pero al fin nos llevó de regreso.
El verde multicolor estaba salpicado de gotas que parecían trocitos de cristal sobre las hojas de las plantas, reparé en los colores de las flores del camino: moradas, amarillas, naranja, blancas y rojas; por más que buscaba las mariposas, estas no salían, y el pobre conductor pacientemente (o no tanto) contestó las preguntas que le hacía, sobre todo cada vez que tuvimos que parar para retirar el carrito y permitir a otros el paso, ya que es solamente una vía de ida y vuelta: … ¿de qué árbol es la raíz es la que baja al cenote?, ¿cuál es el mejor día para venir?, ¿se mueren las mariposas con la lluvia? – la verdad estaban tan bonitas que me había preocupado por ellas - ¿dónde se esconden?...
Hasta que por fin llegamos al punto de inicio de esta gran aventura, para fortuna del conductor de la truck y para desgracia de mis ganas de conocer y saber más de aquel sitio.
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