... Hubiese sido aún más divertido si hubieras tenido mi edad y hubiésemos estado juntas desde siempre, pero esos años en que no estuvimos una con la otra, nos han hecho guardar muchos juegos y bromas para hora que ya somos grandes.
No te buscaba y te encontré; me adoptaste, sin que yo te lo preguntara. Coincidencia alegre del destino, que nos puso en un mismo sitio a ti y a mí.
Entonces hoy me doy cuenta de que además de lo que uno puede ser, de pronto te conviertes en maquillista, intérprete de sueños, amiga, tía, escucha, porrista y en ocasiones, hasta juego a robarle el puesto al hada madrina de cenicienta.
Nada de esto antes fui, porque no te había conocido.
Sin duda me da gusto saber que hay un par de orejas que se acalambran a veces al teléfono de tanto charlar (la tuya y la mía). Y sé que me falta la sabiduría de las abuelas, para decirte en algún momento las palabras indicadas, para que entiendas que no vale la pena entristecerse por pequeñeces en esta vida.
Sin embargo, después de casi siete lustros en esta tierra, ha sido un lindo regalo, de parte de la vida, la sorpresa de que en otra tierra distinta a la que me vio nacer y en otra sangre, haya encontrado en ti a la hermana que nunca antes tuve.
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