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lunes, 13 de agosto de 2007

Biblioteca



Ser el responsable de una biblioteca... no es nada sencillo, además de los conocimientos que se deben tener sobre biblioteconomía, manejo de archivos y atención al público. Hay una tarea ineludible, que más que complicada, requiere de compromiso y puntualidad.

¿Se han preguntado porqué cuando llega la hora de cerrar, los responsables se convierten en unos verdaderos ogros y no importa qué debas hacer, qué falte, qué desees, ni quién seas o cualquier palabra de vayas a pronunciar?... nada importa, sólo cerrar a tiempo la biblioteca y dejar sólo por acomodar los libros consultados ese día.

Es porque aún cuando en el día haya un solo visitante o ninguno... puedes tener la certeza de que en la noche, a cada biblioteca asisten muchos lectores.

Esto es algo que normalmente no se dice, pero que cuando trabajas en una biblioteca, tienes oportunidad de notar.

En cada biblioteca, en todo el mundo... no importa si es grande o pequeña, si está en una escuela rural o en un monumento nacional, en un sitio donado o en alguna universidad importante, siempre y cuando no sea una biblioteca privada, en el tercer pasillo o librero más cercano al mostrador, en el estante más alto, el quinto libro, contando de izquierda a derecha, hay un libro.

Todas sus páginas están en blanco, para los ojos mortales, porque no fue hecho para los humanos como tú o como yo. Es el libro de registro nocturno.

Y es tarea del responsable de la biblioteca o sus ayudantes, cada noche, un minuto después del horario en que cierra esa biblioteca, dejarlo abierto en la primer mesa de lectura que se observa desde la entrada.

Ahí, cada lector nocturno se registrará pasando su extremidad superior derecha sobre la página abierta. No importa por donde entre, el usuario visitará el susodicho libro y hará lo propio.

El responsable no tiene que preocuparse por la página en la que deberá ser abierto el libro... sucede que siempre se abre en la página correcta, la de ese día. Ni uno más, ni uno menos.

A partir del segundo minuto de la hora del cierre, comienzan a llegar, entran por las ventanas o por debajo de la puerta, por los ductos de aire acondicionado, e incluso, alguno de ellos vive ahí, pero normalmente no sale a la luz del día.

Ánimas, ángeles, fantasmas, aluxes, hadas, santos, duendes... todos aquellos seres que nos han dicho que no existen, pero que curiosamente a lo largo de la historia de la humanidad han sido referidos por el hombre en distintos lugares del mundo.

No hay buenos, ni malos, sólo hay seres que se dan cita en un mismo lugar.

Si alguien debe quedarse a trabajar a deshoras, igual se debe abrir el libro.

Sólo se oye aquel silencio, que al mismo tiempo que agrada, molesta, en realidad sobrecoge. No verás nada, a menos que seas muy sensible o posiblemente si pasas toda la noche, pero en algún momento de la madrugada alcanzarás a oír cómo es que se desliza un libro en un segundo de su estante... dudarás, o irás hasta el sitio a ver si alguien más está ahí, y todo parecerá normal. Tal vez encontrarás algún libro fuera de su sitio, en la mesa de lectura y pensarás ¡¿cómo es que no vimos este libro!? Seguro alguien no tuvo el cuidado de ponerlo en el carrito de los libros por acomodar.

Las sillas no parecen moverse, pero también al pasar por el área de lectura, se percibe algún suspiro o si el mobiliario es viejo, alguna silla crujirá, como si soportara el peso de alguien.

Si el bibliotecario olvida sacar el quinto libro del tercer pasillo o librero más cercano al mostrador, en el estante más alto, contando de izquierda a derecha. Ninguno de estos lectores, inusuales para nosotros, puede entrar por la noche y al otro día... pasan cosas.

Sea que mucha o poca gente vaya, los carritos que tienen los libros por acomodar, se llenan, las computadoras no funcionan adecuadamente, o el lector del código de barras, los usuarios vuelven a meter (pero equivocadamente) los libros que consultan en los estantes... como si alguien les susurrara al oído y ellos decidieran hacerlo... sólo porque sí.

Parece un mal día solamente, pero siempre tiene un mismo resultado: alguien debe quedarse a trabajar horas extra después de la hora del cierre. A escuchar ese silencio incómodo, pero que a la vez da cierta paz. Salvo cuando sin saber porqué te recorre un escalofrío breve por la espalda, como si alguien hubiese pasado caminando por detrás.

Mi recomendación... es que no busquen ese libro, difícilmente lo hallarán si no trabajan en la biblioteca, y si es así, es porque algo en tu interior quiere ver si es cierto, pero el destino te puede obligar a corroborarlo con tu misma mirada, en otro momento, en que tu ser ya no sea de carne y hueso ...entonces, aunque ya no recuerdes porqué, alguna noche has de regresar ahí a registrarte pasando tu extremidad superior derecha sobre la página abierta, de un libro, que para los mortales comunes parece en blanco.

Sin embargo, si en algún momento, te encuentras ayudando en uno de estos recintos de lectura, como voluntario, o de servicio social, o si es que has comenzado a trabajar ahí y lo encuentras, puede ser que el responsable te pida que le ayudes a esa encomienda, o te quedes alguna noche a terminar ciertas tareas... de cualquier manera, te acabas de enterar de lo que pasa ahí, un minuto después de la hora del cierre.

Y si has encontrado ese libro, sea por coincidencia o voluntad propia, que estés de visita o trabajes ahí... recuerda... que nada pasa por casualidad.

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