Susanita, se consideraba a sí misma buen amiga, bonita, conseguía lo que se proponía, un poco cursi, en fin una chica como tantas otras y la verdad es que todas las personas que le rodeaban la querían mucho, sin embargo ella sucumbió ante la peor acción que puede cometer un ser humano… la traición.
Una vez que empezó, no pudo parar, lo hacía a diario, y sabía que estaba mal, sin embargo lo permitía una y otra vez.. muy en el fondo lo sabía, ella realmente lo sabía; pero su traición era doblemente terrible y abyecta, porque era hacia ella misma.
Susanita murió de anorexia en el 2005, a pesar de la atención médica, las palabras de amor de sus familiares y novio, así como la compañía de sus amigos.
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viernes, 31 de agosto de 2007
miércoles, 29 de agosto de 2007
Tierra
En mi tierra, el espacio que ahora es la capital, ha sido uno de tantos centros y fuente de nuestra cultura, desde tiempos anteriores a la llegada de los españoles a nuestro continente.
Ha ido cambiando... finalmente, una imagen de cómo era el México precolombino, la tengo clara en mi imaginación, que gusta de recrearla, en momentos de ocio...
Piensen en un lago hermoso, enorme, casi hasta donde les alcance la vista e islotes en él; en vez de calles, canales, por donde hay que transportarse en una especie de canoas planas que se llaman chalupas; por encima de las casitas se pueden ver las pirámides del Templo Mayor... en ese sitio, que es el corazón mismo de la ciudad, se tratan las cuestiones religiosas y políticas (eso no ha cambiado, encima de esas pirámides se edificaron lo que ahora son Catedral y Palacio Nacional).
Saliendo, por un costado, se llega al bosque de Chapultepec y hacia el otro lado, los volcanes que nos vigilan día y noche, apostados en las afueras de la ciudad, recordándonos la historia de amor que más allá de no ser, lo fue, para toda una eternidad.
Esta es una imagen de lo que les platico, pintada por el Dr. Atl.
El paisaje fue cambiando, aquí, algunas impresiones de él, captadas por José María Velasco, uno de mis favoritos, con el Huapango de Pablo Moncayo de fondo
Link:
http://www.youtube.com/watch?v=aCaDRUsZAx8
Claro que de la música, nada se compara a percibirla en vivo y a todo color... y es un verdadero arrebato a los sentidos esta melodía si tienes oportunidad de escucharla del lado de la orquesta.
En la temporada de Semana Santa, cuando no hay clases en las escuelas y como la mitad de la ciudad sale a vacacionar, el espectáculo que brinda la ciudad es inverosímil; sobre todo cuando esas fechas coinciden con el mes de marzo en que hace mucho aire y se limpia la ciudad.
Este es un amanecer en la ciudad de México y en el último encuadre se pueden apreciar los volcanes Iztaccihuatl (del lado izquierdo, es una silueta de una mujer dormida) y del lado derecho, el Popocatepetl (la silueta de una montaña, que supone el cuerpo arrodillado de un guerrero, a un lado de su amada muerta, cubierta por la nieve)
Link: http://www.youtube.com/watch?v=g3SbmFst_l0
Del mismo autor del video anterior, uno que grabó el 15 de septiembre, día en que se celebra la independencia de México... misma música, mismo lugar... imágenes diferentes.
Link:
http://www.youtube.com/watch?v=mRYaHEM-gXk
Además:
algunos datos sobre Tenochtitlan
http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico-Tenochtitlan
biografía de Nezahualcoyotl
http://es.wikipedia.org/wiki/Nezahualc%C3%B3yotl
Ha ido cambiando... finalmente, una imagen de cómo era el México precolombino, la tengo clara en mi imaginación, que gusta de recrearla, en momentos de ocio...
Piensen en un lago hermoso, enorme, casi hasta donde les alcance la vista e islotes en él; en vez de calles, canales, por donde hay que transportarse en una especie de canoas planas que se llaman chalupas; por encima de las casitas se pueden ver las pirámides del Templo Mayor... en ese sitio, que es el corazón mismo de la ciudad, se tratan las cuestiones religiosas y políticas (eso no ha cambiado, encima de esas pirámides se edificaron lo que ahora son Catedral y Palacio Nacional).
Saliendo, por un costado, se llega al bosque de Chapultepec y hacia el otro lado, los volcanes que nos vigilan día y noche, apostados en las afueras de la ciudad, recordándonos la historia de amor que más allá de no ser, lo fue, para toda una eternidad.
Esta es una imagen de lo que les platico, pintada por el Dr. Atl.
El paisaje fue cambiando, aquí, algunas impresiones de él, captadas por José María Velasco, uno de mis favoritos, con el Huapango de Pablo Moncayo de fondo
Link:
http://www.youtube.com/watch?v=aCaDRUsZAx8
Claro que de la música, nada se compara a percibirla en vivo y a todo color... y es un verdadero arrebato a los sentidos esta melodía si tienes oportunidad de escucharla del lado de la orquesta.
En la temporada de Semana Santa, cuando no hay clases en las escuelas y como la mitad de la ciudad sale a vacacionar, el espectáculo que brinda la ciudad es inverosímil; sobre todo cuando esas fechas coinciden con el mes de marzo en que hace mucho aire y se limpia la ciudad.
Este es un amanecer en la ciudad de México y en el último encuadre se pueden apreciar los volcanes Iztaccihuatl (del lado izquierdo, es una silueta de una mujer dormida) y del lado derecho, el Popocatepetl (la silueta de una montaña, que supone el cuerpo arrodillado de un guerrero, a un lado de su amada muerta, cubierta por la nieve)
Link: http://www.youtube.com/watch?v=g3SbmFst_l0
Del mismo autor del video anterior, uno que grabó el 15 de septiembre, día en que se celebra la independencia de México... misma música, mismo lugar... imágenes diferentes.
Link:
http://www.youtube.com/watch?v=mRYaHEM-gXk
Además:
algunos datos sobre Tenochtitlan
http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico-Tenochtitlan
biografía de Nezahualcoyotl
http://es.wikipedia.org/wiki/Nezahualc%C3%B3yotl
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martes, 28 de agosto de 2007
Tus manos
Tus manos son el último resquicio de ti,
en donde anidan mis más locos deseos,
donde se entretiene mi cabello,
plácido, dejándote ser...
Mientras el amor nos ocupe,
nuestras manos seguirán entretejiéndose,
atándose unas con las otras
a la menor provocación.
Enramaje divino el de tus dedos,
que me hace sonrojar.
Cerca de mis labios,
los hacen claudicar sin batalla alguna
y cuando los detienes en tu rostro,
al platicar, siempre me atrapan.
Tus manos son dos cometas
de las que me gusta dejarme hipnotizar;
suben y bajan mientras hablas,
se atoran en el primer objeto que encuentran
y comienzan irreverentes a jugar.
En mi lecho, tus manos habitan,
son un par de lirios danzantes
que viven sin prisa ni tiempo,
cuya melodía favorita
es la del arrullo del viento.
Me gusta de tus manos
que son tu silencioso contraste,
varoniles y fuertes
como un peñasco a la orilla del mar,
pero no saben ellas disimular
la ternura que se esconde dentro de ti;
Detengo ociosa en ellas mi mirar
cuando sé que estás distraído,
no necesitan adorno alguno,
les bastan mis diez fantasías por cumplir
en tu firmeza y suavidad al tocar.
Quiero a tus manos cuando trabajan,
las anhelo en tu ausencia
y me llenan de fascinación
porque no son tus ojos, ni tus pasos,
sino tus cálidas manos
las que son el principio y fin de tu ser.
en donde anidan mis más locos deseos,
donde se entretiene mi cabello,
plácido, dejándote ser...
Mientras el amor nos ocupe,
nuestras manos seguirán entretejiéndose,
atándose unas con las otras
a la menor provocación.
Enramaje divino el de tus dedos,
que me hace sonrojar.
Cerca de mis labios,
los hacen claudicar sin batalla alguna
y cuando los detienes en tu rostro,
al platicar, siempre me atrapan.
Tus manos son dos cometas
de las que me gusta dejarme hipnotizar;
suben y bajan mientras hablas,
se atoran en el primer objeto que encuentran
y comienzan irreverentes a jugar.
En mi lecho, tus manos habitan,
son un par de lirios danzantes
que viven sin prisa ni tiempo,
cuya melodía favorita
es la del arrullo del viento.
Me gusta de tus manos
que son tu silencioso contraste,
varoniles y fuertes
como un peñasco a la orilla del mar,
pero no saben ellas disimular
la ternura que se esconde dentro de ti;
Detengo ociosa en ellas mi mirar
cuando sé que estás distraído,
no necesitan adorno alguno,
les bastan mis diez fantasías por cumplir
en tu firmeza y suavidad al tocar.
Quiero a tus manos cuando trabajan,
las anhelo en tu ausencia
y me llenan de fascinación
porque no son tus ojos, ni tus pasos,
sino tus cálidas manos
las que son el principio y fin de tu ser.
domingo, 19 de agosto de 2007
Huracanes
La calma antes de la tormenta...
Hace dos años entró el Huracán Emily a la península de Yucatán. Afortunadamente su intensidad disminuyó al tocar tierra y no hubo efectos tan devastadores como los que se esperaban, pero la impresión que me quedó más grabada, de esa ocasión, fue la irrealidad dentro de la realidad que se vive apenas unas horas antes de que llegue el Huracán.
Recuerdo que Emily entraría en la noche y ese atardecer, fue hermoso... uno de los más impresionantes que haya visto en toda mi vida y como en ese entonces vivía frente aun parque, la vista fue panorámica, con nubes violáceas, malva y rosadas, salpicando todo el cielo.
El calor era un poco más intenso, pero no se sentía el bochorno que en otras tardes y todo parecía estar en su sitio, pero algo desencajaba hasta el alma misma del cuerpo, de una mala manera... no había aire, no había viento, todo estaba como suspendido en el tiempo, envuelto por un presentimiento mortecino que todo lo alcanza, que había silenciado a los pájaros y hasta los mismos insectos, ni una abeja, ni una chicharra en la hierba crecida o grillo.
Sólo se oía desde mi ventana, a unos adolescentes que jugaban a lo lejos en el parque, pero al mismo tiempo se escuchaban relativamente cerca, muy cerca, como si te estuvieran hablando a través de un tubo. Un gran tubo lleno de silencio.
Esa tranquilidad no es natural, ese silencio advierte a gritos, mientras la incertidumbre te sobresalta el corazón, como al cervatillo que presiente el peligro y aún no ha visto quién le acecha, es un eco muy profundo del lado animal que nos queda, ante la inequívoca señal de que algo anda mal, y está a punto de ponerse peor.
Esa es la calma que precede la tormenta...
Hace dos años entró el Huracán Emily a la península de Yucatán. Afortunadamente su intensidad disminuyó al tocar tierra y no hubo efectos tan devastadores como los que se esperaban, pero la impresión que me quedó más grabada, de esa ocasión, fue la irrealidad dentro de la realidad que se vive apenas unas horas antes de que llegue el Huracán.
Recuerdo que Emily entraría en la noche y ese atardecer, fue hermoso... uno de los más impresionantes que haya visto en toda mi vida y como en ese entonces vivía frente aun parque, la vista fue panorámica, con nubes violáceas, malva y rosadas, salpicando todo el cielo.
El calor era un poco más intenso, pero no se sentía el bochorno que en otras tardes y todo parecía estar en su sitio, pero algo desencajaba hasta el alma misma del cuerpo, de una mala manera... no había aire, no había viento, todo estaba como suspendido en el tiempo, envuelto por un presentimiento mortecino que todo lo alcanza, que había silenciado a los pájaros y hasta los mismos insectos, ni una abeja, ni una chicharra en la hierba crecida o grillo.
Sólo se oía desde mi ventana, a unos adolescentes que jugaban a lo lejos en el parque, pero al mismo tiempo se escuchaban relativamente cerca, muy cerca, como si te estuvieran hablando a través de un tubo. Un gran tubo lleno de silencio.
Esa tranquilidad no es natural, ese silencio advierte a gritos, mientras la incertidumbre te sobresalta el corazón, como al cervatillo que presiente el peligro y aún no ha visto quién le acecha, es un eco muy profundo del lado animal que nos queda, ante la inequívoca señal de que algo anda mal, y está a punto de ponerse peor.
Esa es la calma que precede la tormenta...
viernes, 17 de agosto de 2007
Si...
Si el mundo estuviera listo... para el amor incondicional, para el perdón infinito, para compartir, para las diferencias, y las sonrisas sin explicación, a priori o a posteriori... sin duda se podría navegar más tranquilo.
Sin duda habría más tiempo para mirar al cielo.
Quizás no habría necesidad de venganzas inútiles y sus consecuencias.
Existiría una mayor claridad y certeza, en lugar de la indiferencia.
Si acaso, a partir de este día, los adultos se permitieran educar sin levantar muros de prejuicios en las cabecitas jóvenes, el mundo sería nuevo de hoy en adelante.
Si en vez de obedecer sólo porque se les ha dicho que debe ser, las personas se detuvieran a tomar sus propias decisiones, tal vez; tal vez el navegante de las estrellas acallaría su misión y los secretos de su gobierno, para compartir con el mundo la experiencia de los astros y el soldado, tal vez, se negaría a disparar.
Tal vez, si hubiera siempre disposición a hablar, tendríamos paz.
Si la raza humana pudiese mirarse en un espejo con completa honestidad y amor a si misma, ya no habría tabúes, ni estereotipos, la única obscenidad sería aquello que le transgrede.
Posiblemente, si la visión y la percepción de lo que nos rodea no se limitara por las formas visibles o por las expectativas que nos heredó el pasado... podríamos crecer hacia sitios insospechados, nos maravillaríamos admirando el gran crisol que formamos y empezaríamos a desear.
Si la gente se permitiera soñar en todo momento y creer que se pueden hacer realidad sus anhelos... sería un caos, sería una bendición, sería un momento, que debería durar una eternidad.
Sin duda habría más tiempo para mirar al cielo.
Quizás no habría necesidad de venganzas inútiles y sus consecuencias.
Existiría una mayor claridad y certeza, en lugar de la indiferencia.
Si acaso, a partir de este día, los adultos se permitieran educar sin levantar muros de prejuicios en las cabecitas jóvenes, el mundo sería nuevo de hoy en adelante.
Si en vez de obedecer sólo porque se les ha dicho que debe ser, las personas se detuvieran a tomar sus propias decisiones, tal vez; tal vez el navegante de las estrellas acallaría su misión y los secretos de su gobierno, para compartir con el mundo la experiencia de los astros y el soldado, tal vez, se negaría a disparar.
Tal vez, si hubiera siempre disposición a hablar, tendríamos paz.
Si la raza humana pudiese mirarse en un espejo con completa honestidad y amor a si misma, ya no habría tabúes, ni estereotipos, la única obscenidad sería aquello que le transgrede.
Posiblemente, si la visión y la percepción de lo que nos rodea no se limitara por las formas visibles o por las expectativas que nos heredó el pasado... podríamos crecer hacia sitios insospechados, nos maravillaríamos admirando el gran crisol que formamos y empezaríamos a desear.
Si la gente se permitiera soñar en todo momento y creer que se pueden hacer realidad sus anhelos... sería un caos, sería una bendición, sería un momento, que debería durar una eternidad.
lunes, 13 de agosto de 2007
Biblioteca
Ser el responsable de una biblioteca... no es nada sencillo, además de los conocimientos que se deben tener sobre biblioteconomía, manejo de archivos y atención al público. Hay una tarea ineludible, que más que complicada, requiere de compromiso y puntualidad.
¿Se han preguntado porqué cuando llega la hora de cerrar, los responsables se convierten en unos verdaderos ogros y no importa qué debas hacer, qué falte, qué desees, ni quién seas o cualquier palabra de vayas a pronunciar?... nada importa, sólo cerrar a tiempo la biblioteca y dejar sólo por acomodar los libros consultados ese día.
Es porque aún cuando en el día haya un solo visitante o ninguno... puedes tener la certeza de que en la noche, a cada biblioteca asisten muchos lectores.
Esto es algo que normalmente no se dice, pero que cuando trabajas en una biblioteca, tienes oportunidad de notar.
En cada biblioteca, en todo el mundo... no importa si es grande o pequeña, si está en una escuela rural o en un monumento nacional, en un sitio donado o en alguna universidad importante, siempre y cuando no sea una biblioteca privada, en el tercer pasillo o librero más cercano al mostrador, en el estante más alto, el quinto libro, contando de izquierda a derecha, hay un libro.
Todas sus páginas están en blanco, para los ojos mortales, porque no fue hecho para los humanos como tú o como yo. Es el libro de registro nocturno.
Y es tarea del responsable de la biblioteca o sus ayudantes, cada noche, un minuto después del horario en que cierra esa biblioteca, dejarlo abierto en la primer mesa de lectura que se observa desde la entrada.
Ahí, cada lector nocturno se registrará pasando su extremidad superior derecha sobre la página abierta. No importa por donde entre, el usuario visitará el susodicho libro y hará lo propio.
El responsable no tiene que preocuparse por la página en la que deberá ser abierto el libro... sucede que siempre se abre en la página correcta, la de ese día. Ni uno más, ni uno menos.
A partir del segundo minuto de la hora del cierre, comienzan a llegar, entran por las ventanas o por debajo de la puerta, por los ductos de aire acondicionado, e incluso, alguno de ellos vive ahí, pero normalmente no sale a la luz del día.
Ánimas, ángeles, fantasmas, aluxes, hadas, santos, duendes... todos aquellos seres que nos han dicho que no existen, pero que curiosamente a lo largo de la historia de la humanidad han sido referidos por el hombre en distintos lugares del mundo.
No hay buenos, ni malos, sólo hay seres que se dan cita en un mismo lugar.
Si alguien debe quedarse a trabajar a deshoras, igual se debe abrir el libro.
Sólo se oye aquel silencio, que al mismo tiempo que agrada, molesta, en realidad sobrecoge. No verás nada, a menos que seas muy sensible o posiblemente si pasas toda la noche, pero en algún momento de la madrugada alcanzarás a oír cómo es que se desliza un libro en un segundo de su estante... dudarás, o irás hasta el sitio a ver si alguien más está ahí, y todo parecerá normal. Tal vez encontrarás algún libro fuera de su sitio, en la mesa de lectura y pensarás ¡¿cómo es que no vimos este libro!? Seguro alguien no tuvo el cuidado de ponerlo en el carrito de los libros por acomodar.
Las sillas no parecen moverse, pero también al pasar por el área de lectura, se percibe algún suspiro o si el mobiliario es viejo, alguna silla crujirá, como si soportara el peso de alguien.
Si el bibliotecario olvida sacar el quinto libro del tercer pasillo o librero más cercano al mostrador, en el estante más alto, contando de izquierda a derecha. Ninguno de estos lectores, inusuales para nosotros, puede entrar por la noche y al otro día... pasan cosas.
Sea que mucha o poca gente vaya, los carritos que tienen los libros por acomodar, se llenan, las computadoras no funcionan adecuadamente, o el lector del código de barras, los usuarios vuelven a meter (pero equivocadamente) los libros que consultan en los estantes... como si alguien les susurrara al oído y ellos decidieran hacerlo... sólo porque sí.
Parece un mal día solamente, pero siempre tiene un mismo resultado: alguien debe quedarse a trabajar horas extra después de la hora del cierre. A escuchar ese silencio incómodo, pero que a la vez da cierta paz. Salvo cuando sin saber porqué te recorre un escalofrío breve por la espalda, como si alguien hubiese pasado caminando por detrás.
Mi recomendación... es que no busquen ese libro, difícilmente lo hallarán si no trabajan en la biblioteca, y si es así, es porque algo en tu interior quiere ver si es cierto, pero el destino te puede obligar a corroborarlo con tu misma mirada, en otro momento, en que tu ser ya no sea de carne y hueso ...entonces, aunque ya no recuerdes porqué, alguna noche has de regresar ahí a registrarte pasando tu extremidad superior derecha sobre la página abierta, de un libro, que para los mortales comunes parece en blanco.
Sin embargo, si en algún momento, te encuentras ayudando en uno de estos recintos de lectura, como voluntario, o de servicio social, o si es que has comenzado a trabajar ahí y lo encuentras, puede ser que el responsable te pida que le ayudes a esa encomienda, o te quedes alguna noche a terminar ciertas tareas... de cualquier manera, te acabas de enterar de lo que pasa ahí, un minuto después de la hora del cierre.
Y si has encontrado ese libro, sea por coincidencia o voluntad propia, que estés de visita o trabajes ahí... recuerda... que nada pasa por casualidad.
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Rita Lozano
sábado, 11 de agosto de 2007
Cenotes
Esta crónica ya fue publicada hace como un año en un blog de un amigo, justamente es un fragmento de una carta que le mandé... después de que en ese viaje, su cámara fotográfica se quedara sin pilas.
Crónica de un día en Cuzama…. o lo que se escapó a la mirada certera de una cámara digital.
Julio, 2006.
Después de un tramo de carretera relativamente corto, que por lo estrecho del asfalto, en momentos parece interminable, pasando el pueblo de Acanche, y dejando atrás el asombro por los bicitaxis, así como casi una hora de buena plática y una pirámide justo frente a una plaza principal, queda la localidad de Cuzama.
Ya los tramos de rieles a un costado de la carretera anunciaban la promesa de un recorrido poco común, sorprenden los restos de una hacienda que a la vez que anuncia grandeza de otros tiempos, grita la ruina y decadencia que inevitablemente dan paso a lo nuevo…
Después de preguntar en algunos lados, al fin llegamos al lugar en donde se reúnen los conductores de las trucks que son jalados por mulas o caballos; en donde sin más preámbulos empiezan los rieles a mitad de la calle… pactamos así, en ese lugar, 130 pesos por un viaje inimaginable.
Fue entonces que subimos al carrito de madera con asientos de tablones remozados por unos cojines azules que parecían haber sido sustraídos contra su voluntad de algún juego de colcha o una sala, con la emoción por lo nuevo a cuestas y la esperanza cifrada en los comentarios de la señorita de la oficina de turismo.
Una vez el carrito en los rieles y los pasajeros acomodados, la mulita “Rumina” -un poco de mala gana- nos llevó por un sendero muy peculiar, con toda clase de plantas a los costados, flores de muchos colores, trozos de bardas hechos de piedra, henequenes furtivos azulados que salpicaban el verde del paisaje, entre cientos de mariposas que como papelitos festivos multicolor acompañaban el paseo, revoloteando por todos lados alrededor de la truck… amarillas, blancas, naranjas, negras con otros colores… así se sucedían solas, en grupo o por parejas las mariposas, casi como en un sueño.
Esos rieles que hace un siglo transportaban henequén en carros que no sabría decir si fueron jalados por animales de carga o por personas, ahora llevan turistas y contemplan uno que otro europeo que por ahorrarse unos pesos se aventura a darse cuenta de que ese recorrido tarda mucho a pié.
…por fin el techo de manta naranja de la truck dejó de bambolearse y Rumina se detuvo en el primer cenote, la prisa por conocerle me hizo ignorar todo lo que había alrededor de la entrada. Unas escaleras de madera nos llevaron hasta la misma orilla con rocas y un poco de arena, así como algunos pececillos que sorteaban bajo el agua las piernas de los visitantes. El líquido es fresco y dulce… las palabras sobran, pues hay un video de ello, de ese cenote que aún siendo encantador era el menos hermoso de los que vistamos aquel día.
Sale uno feliz y sin ganas de quererse ir, pero el tiempo apremia y aún dos citas más a ciegas con lo incierto de cómo serían los otros dos cenotes de la región nos hace apresurar el paso.
Otra vez la truck y el chapoteo de los cascos de Rumina al pasar apresuradamente por los charcos del camino.
En el segundo cenote, un camino un poco más largo hacia la entrada, jamás anticipa a la imaginación del viajero lo que está apunto de ver; al inclinar la cabeza para sortear la escarpada entrada, deja sin habla a todo aquel que entra por primera vez…solo alcanza el aliento y el alma a balbucear la primer expresión de asombro que el pensamiento deja escapar cuando regresa en sí mismo después de ver tanta belleza:
Es un crisol de reflejos turquesinos anidados en la roca, un hondo transparente que engaña a la mirada haciendo creer que el fondo se encuentra cerca cuando en realidad hay varios metros de por medio y aún así el agua tan pura y cristalina deja ver hasta el último detalle de las rocas mas pequeñas que yacen en el fondo a pesar de ser visto desde varios metros arriba.
Con las raíces entretejidas de un álamo adornando un costado y un rayo de luz coronándole, el segundo cenote es un verdadero ladrón de pensamientos… no puedes pensar nada más; sólo puedes quedarte absorto admirando, con las palabras secuestradas por el asombro de ver ese hermoso espejo abrazado por las rocas.
Después de admirar o retozar el agua de ahí, uno no puede esperar a llegar al tercer cenote del que hemos oído en el camino que es el más bello de los tres. Salimos animados y expectantes, pero los truenos amenazaban desde el cielo.
Sobre advertencia no hay engaño y a los pocos minutos comenzó a llover, justo al momento de llegar al tercer cenote… la verdad es que la lluvia estaba deliciosa, ni fría ni tibia, tan solo lluvia en gotas generosas y musicales en ese rincón de tierras mayas.
Los estruendos de los truenos nos apresuran a acercarnos a la entrada, pero no esperábamos lo que encontramos…en vez de una entrada amplia, un agujero profundo con una escalera vertical de final desconocido.
Los que salían comentaban que las escaleras eran resbalosas sin agua y ahora que caían las gotas de lluvia había que tener más precaución…
…
…
La lluvia caía
…
…
Miedo…
…
Curiosidad…
…
…
¿Cuál de estos sentimientos podrá más?...
Algunos de los visitantes desisten…
…
La lluvia arrecia…
Y entonces sale un muchachito con la mitad del cabello rubio y corto y la otra mitad largo y castaño, con ojos azules… azul cielo.
…¿Qué tal está este cenote?...
-Uy, precioso; la verdad vale la pena
-además se está mejor allá abajo que acá arriba.
…
El fragor de un trueno cercano me apresura a tomar la decisión.
Esos tenis me habían hecho perder el equilibrio en otras ocasiones sobre piso mojado, así que era mejor prescindir de ellos; los dejé a un costado de la entrada, como los niños que van a los juegos comunitarios en los que no permiten usar calzado para entrar.
Mi primer pensamiento al asomar la mirada a ese hoyo negro y profundo: … si alguien se suelta de la escalera, seguro se mata.
El segundo pensamiento: Diosito, ayúdame a agarrarme bien, porque no le quiero faltar a mi familia.
El sentimiento que prevaleció en todo momento: en el fondo de mí, sí quiero verlo, ya llegué hasta acá y sí lo quiero vivir.
Mis dudas y mis temores tuvieron que morderse unas a otros y me acompañaron en cada escalón. Al llegar abajo apenas vislumbré el cenote y no veía nada de mi alrededor inmediato, sabía que a cada paso tarde o temprano me iba a topar con un escalón y avancé a tientas. Después de un minuto mis ojos ya se empezaban a acostumbrar a esa semi-oscuridad.
No sabía si mi compañero de viaje había desistido… a los pocos segundos también apareció al final de la escalera vertical.
…¿Qué ví?...
La piscina de los dioses
Quien quiera saber como es, tendrá que ir y descubrirlo por sí mismo.
Al centro de la bóveda de roca que le cubre hay un pequeño agujero por el cual pende una gran raíz y cuando llueve, al parecer de mi amigo, al estar bajo ese agujero y ver caer la lluvia, ésta parece existir en cámara lenta… me pregunto si será que al vivir experiencias tan maravillosas Dios nos da el don de detener un poco el tiempo en nuestro interior y nos parece que todo sucede tan lento, que de repente giras la mirada y regresas a la realidad para seguir viviendo.
Dicen los que han ido antes, que a las 12 del día un preciso y delgado haz de luz entra por el agujero del techo y es suficiente para iluminar el recinto completo y que un arcoiris lo inunda todo.
Al salir la lluvia ya había pasado
Subimos a la truck para emprender el regreso; la mulita Rumina cabriteaba y su dueño la reprendía, pero al fin nos llevó de regreso.
El verde multicolor estaba salpicado de gotas que parecían trocitos de cristal sobre las hojas de las plantas, reparé en los colores de las flores del camino: moradas, amarillas, naranja, blancas y rojas; por más que buscaba las mariposas, estas no salían, y el pobre conductor pacientemente (o no tanto) contestó las preguntas que le hacía, sobre todo cada vez que tuvimos que parar para retirar el carrito y permitir a otros el paso, ya que es solamente una vía de ida y vuelta: … ¿de qué árbol es la raíz es la que baja al cenote?, ¿cuál es el mejor día para venir?, ¿se mueren las mariposas con la lluvia? – la verdad estaban tan bonitas que me había preocupado por ellas - ¿dónde se esconden?...
Hasta que por fin llegamos al punto de inicio de esta gran aventura, para fortuna del conductor de la truck y para desgracia de mis ganas de conocer y saber más de aquel sitio.
Crónica de un día en Cuzama…. o lo que se escapó a la mirada certera de una cámara digital.
Julio, 2006.
Después de un tramo de carretera relativamente corto, que por lo estrecho del asfalto, en momentos parece interminable, pasando el pueblo de Acanche, y dejando atrás el asombro por los bicitaxis, así como casi una hora de buena plática y una pirámide justo frente a una plaza principal, queda la localidad de Cuzama.
Ya los tramos de rieles a un costado de la carretera anunciaban la promesa de un recorrido poco común, sorprenden los restos de una hacienda que a la vez que anuncia grandeza de otros tiempos, grita la ruina y decadencia que inevitablemente dan paso a lo nuevo…
Después de preguntar en algunos lados, al fin llegamos al lugar en donde se reúnen los conductores de las trucks que son jalados por mulas o caballos; en donde sin más preámbulos empiezan los rieles a mitad de la calle… pactamos así, en ese lugar, 130 pesos por un viaje inimaginable.
Fue entonces que subimos al carrito de madera con asientos de tablones remozados por unos cojines azules que parecían haber sido sustraídos contra su voluntad de algún juego de colcha o una sala, con la emoción por lo nuevo a cuestas y la esperanza cifrada en los comentarios de la señorita de la oficina de turismo.
Una vez el carrito en los rieles y los pasajeros acomodados, la mulita “Rumina” -un poco de mala gana- nos llevó por un sendero muy peculiar, con toda clase de plantas a los costados, flores de muchos colores, trozos de bardas hechos de piedra, henequenes furtivos azulados que salpicaban el verde del paisaje, entre cientos de mariposas que como papelitos festivos multicolor acompañaban el paseo, revoloteando por todos lados alrededor de la truck… amarillas, blancas, naranjas, negras con otros colores… así se sucedían solas, en grupo o por parejas las mariposas, casi como en un sueño.
Esos rieles que hace un siglo transportaban henequén en carros que no sabría decir si fueron jalados por animales de carga o por personas, ahora llevan turistas y contemplan uno que otro europeo que por ahorrarse unos pesos se aventura a darse cuenta de que ese recorrido tarda mucho a pié.
…por fin el techo de manta naranja de la truck dejó de bambolearse y Rumina se detuvo en el primer cenote, la prisa por conocerle me hizo ignorar todo lo que había alrededor de la entrada. Unas escaleras de madera nos llevaron hasta la misma orilla con rocas y un poco de arena, así como algunos pececillos que sorteaban bajo el agua las piernas de los visitantes. El líquido es fresco y dulce… las palabras sobran, pues hay un video de ello, de ese cenote que aún siendo encantador era el menos hermoso de los que vistamos aquel día.
Sale uno feliz y sin ganas de quererse ir, pero el tiempo apremia y aún dos citas más a ciegas con lo incierto de cómo serían los otros dos cenotes de la región nos hace apresurar el paso.
Otra vez la truck y el chapoteo de los cascos de Rumina al pasar apresuradamente por los charcos del camino.
En el segundo cenote, un camino un poco más largo hacia la entrada, jamás anticipa a la imaginación del viajero lo que está apunto de ver; al inclinar la cabeza para sortear la escarpada entrada, deja sin habla a todo aquel que entra por primera vez…solo alcanza el aliento y el alma a balbucear la primer expresión de asombro que el pensamiento deja escapar cuando regresa en sí mismo después de ver tanta belleza:
Es un crisol de reflejos turquesinos anidados en la roca, un hondo transparente que engaña a la mirada haciendo creer que el fondo se encuentra cerca cuando en realidad hay varios metros de por medio y aún así el agua tan pura y cristalina deja ver hasta el último detalle de las rocas mas pequeñas que yacen en el fondo a pesar de ser visto desde varios metros arriba.
Con las raíces entretejidas de un álamo adornando un costado y un rayo de luz coronándole, el segundo cenote es un verdadero ladrón de pensamientos… no puedes pensar nada más; sólo puedes quedarte absorto admirando, con las palabras secuestradas por el asombro de ver ese hermoso espejo abrazado por las rocas.
Después de admirar o retozar el agua de ahí, uno no puede esperar a llegar al tercer cenote del que hemos oído en el camino que es el más bello de los tres. Salimos animados y expectantes, pero los truenos amenazaban desde el cielo.
Sobre advertencia no hay engaño y a los pocos minutos comenzó a llover, justo al momento de llegar al tercer cenote… la verdad es que la lluvia estaba deliciosa, ni fría ni tibia, tan solo lluvia en gotas generosas y musicales en ese rincón de tierras mayas.
Los estruendos de los truenos nos apresuran a acercarnos a la entrada, pero no esperábamos lo que encontramos…en vez de una entrada amplia, un agujero profundo con una escalera vertical de final desconocido.
Los que salían comentaban que las escaleras eran resbalosas sin agua y ahora que caían las gotas de lluvia había que tener más precaución…
…
…
La lluvia caía
…
…
Miedo…
…
Curiosidad…
…
…
¿Cuál de estos sentimientos podrá más?...
Algunos de los visitantes desisten…
…
La lluvia arrecia…
Y entonces sale un muchachito con la mitad del cabello rubio y corto y la otra mitad largo y castaño, con ojos azules… azul cielo.
…¿Qué tal está este cenote?...
-Uy, precioso; la verdad vale la pena
-además se está mejor allá abajo que acá arriba.
…
El fragor de un trueno cercano me apresura a tomar la decisión.
Esos tenis me habían hecho perder el equilibrio en otras ocasiones sobre piso mojado, así que era mejor prescindir de ellos; los dejé a un costado de la entrada, como los niños que van a los juegos comunitarios en los que no permiten usar calzado para entrar.
Mi primer pensamiento al asomar la mirada a ese hoyo negro y profundo: … si alguien se suelta de la escalera, seguro se mata.
El segundo pensamiento: Diosito, ayúdame a agarrarme bien, porque no le quiero faltar a mi familia.
El sentimiento que prevaleció en todo momento: en el fondo de mí, sí quiero verlo, ya llegué hasta acá y sí lo quiero vivir.
Mis dudas y mis temores tuvieron que morderse unas a otros y me acompañaron en cada escalón. Al llegar abajo apenas vislumbré el cenote y no veía nada de mi alrededor inmediato, sabía que a cada paso tarde o temprano me iba a topar con un escalón y avancé a tientas. Después de un minuto mis ojos ya se empezaban a acostumbrar a esa semi-oscuridad.
No sabía si mi compañero de viaje había desistido… a los pocos segundos también apareció al final de la escalera vertical.
…¿Qué ví?...
La piscina de los dioses
Quien quiera saber como es, tendrá que ir y descubrirlo por sí mismo.
Al centro de la bóveda de roca que le cubre hay un pequeño agujero por el cual pende una gran raíz y cuando llueve, al parecer de mi amigo, al estar bajo ese agujero y ver caer la lluvia, ésta parece existir en cámara lenta… me pregunto si será que al vivir experiencias tan maravillosas Dios nos da el don de detener un poco el tiempo en nuestro interior y nos parece que todo sucede tan lento, que de repente giras la mirada y regresas a la realidad para seguir viviendo.
Dicen los que han ido antes, que a las 12 del día un preciso y delgado haz de luz entra por el agujero del techo y es suficiente para iluminar el recinto completo y que un arcoiris lo inunda todo.
Al salir la lluvia ya había pasado
Subimos a la truck para emprender el regreso; la mulita Rumina cabriteaba y su dueño la reprendía, pero al fin nos llevó de regreso.
El verde multicolor estaba salpicado de gotas que parecían trocitos de cristal sobre las hojas de las plantas, reparé en los colores de las flores del camino: moradas, amarillas, naranja, blancas y rojas; por más que buscaba las mariposas, estas no salían, y el pobre conductor pacientemente (o no tanto) contestó las preguntas que le hacía, sobre todo cada vez que tuvimos que parar para retirar el carrito y permitir a otros el paso, ya que es solamente una vía de ida y vuelta: … ¿de qué árbol es la raíz es la que baja al cenote?, ¿cuál es el mejor día para venir?, ¿se mueren las mariposas con la lluvia? – la verdad estaban tan bonitas que me había preocupado por ellas - ¿dónde se esconden?...
Hasta que por fin llegamos al punto de inicio de esta gran aventura, para fortuna del conductor de la truck y para desgracia de mis ganas de conocer y saber más de aquel sitio.
lunes, 6 de agosto de 2007
Pareja
Eduardo es un hombre joven, hace poco me platicó lo que le pasó cuando fue a una playa de vacaciones con sus amigos; ellos le habían invitado de último momento, sin embargo, él tenía todas las posibilidades de asistir a ese viaje.
Habiendo llegado a su destino, los amigos le dijeron que querían ver a un viejo de la localidad que era considerado un sabio, por quienes vivían ahí. Sus demás amigos ya tenían sus preguntas preparadas incluso desde hacía varios meses, pero cuando el anciano le preguntó que quería saber, Eduardo enmudeció por unos instantes y después respondió:
- ¿Sabe?, yo no tenía planeado venir a este viaje y no quisiera ofenderlo, pero no sé que preguntarle. Es casi por coincidencia que estoy aquí.
El viejo le respondió:
- Las coincidencias no existen, busca en tu corazón qué es lo que deseas saber y simplemente dilo.
Siguió respondiendo las preguntas de los demás y cuando al fin regresó a donde estaba él, le dijo:
- ¿Ya sabes qué es lo que te preguntas a veces y no encuentras la respuesta?”
Hacía algunos meses le revoloteaba a Eduardo la idea en la cabeza de que deseaba formar un hogar o tener una pareja definitiva y decidió preguntarle a ese viejo, que sus amigos tomaban como guía, cómo es que podría hacer él para encontrar a su pareja ideal... no sabía describirlo... a aquella persona que sería su alma gemela o la mujer perfecta.
Entonces le preguntó.
- ¿Cómo es que puedo encontrar a mi alma gemela, para vivir con ella el resto de mi vida?
El guía le contestó.
- Tendrás que cerrar por un momento tus ojos del cuerpo y aprender a ver con otras partes de ti.
Entonces Eduardo temió que fuera a ser una mujer desagradable para él físicamente y le dijo, “bueno, pero yo en realidad veo muy bien y tengo gustos muy precisos.”
- ¿Qué quieres entonces?
- Pues deseo a la mujer que siempre he soñado.
- Entonces abre muy bien tus ojos.
Eduardo comenzó a desesperarse, pues creyó que por sólo basarse en la vista corría el peligro de encontrar a una mujer que tal vez no tuviera sentimientos afines.
- Bueno, es que yo quisiera que me des una fórmula, algún consejo, para encontrar lo que quiero.
- ¿Y ya sabes lo que quieres?
- Pues en realidad creo que quiero a mi pareja ideal, pero no sé exactamente cómo será.
- Entonces tienes que aprenderlo, y para ello te voy a dejar una tarea.
- Ve al mar y escoge una piedra tallada por las olas... que se parezca a ti. Ese serás tú. Y entonces deberás encontrar entre las demás piedras a la orilla del mar, una que esté tallada también por las olas y sea la pareja perfecta para la primer piedra que escogiste.
A la mañana siguiente así lo hizo.
Decidió que él era de gustos simples y escogió una piedra lisa y sin aristas, se pensó equilibrado, así que la piedrecilla era lo más redonda posible y como pensó que tenía intensidad en su ser por las cosas que hacía, decidió conservar la de color oscuro.
Y empezó su búsqueda.
El primer día pensó que lo mejor sería encontrar una piedra igual a la primera, así que recorrió mucha distancia y aquellas que no le parecían iguales, las regresó al mar.
Al final del día, recordó algunas de ellas y se preguntaba si realmente eran tan diferentes de como era él, pero ya las había dejado pasar, sería difícil volverlas a encontrar.
Se encontró con que él o su piedra, seguía sola.
El segundo día decidió echarse encima a cuanta piedra cruzó por su camino, que pensaba de algún modo que valiera la pena.
Al final del día tenía una cubeta llena de piedras, pero al mirarlas, tan solo eran piedras y lo que en su momento le parecieron ser las indicadas, a la hora de volverlas a mirar una a una... cada ejemplar era tan sólo la siguiente roca para mirar.
Y pensó, así como escogí a mi piedra, debo pensar en qué cualidades tendría mi pareja ideal y la escogeré.
Entonces a la mañana siguiente, escogió las piedras más hermosas, mientras pensaba... esta piedra es hermosa, mi mujer ideal sería así de hermosa. Luego agarró otra que le pareció práctica, tenía una forma tan peculiar, que hasta le serviría de pisapapeles o algo así. También escogió a la que le pareció diferente a todas, y como cada una de ellas eran tan distintas a él... a su primera piedra, dijo: “tal vez realmente yo no soy así” y empezó a escoger piedras similares a las que había escogido para representar a su mujer ideal.
Al final de ese día si tuvo como tres parejas ideales de piedras, pero las miró y cuando estaba a punto de aventar de regreso al mar aquel guijarro con el que se había identificado días antes, un apego extraño y estúpido por aquel objeto le detuvo.
Realmente él era así como la primera piedra y no deseaba cambiarlo... aunque las otras eran muy bonitas o peculiares, en realidad no eran como él. Esas piedras no le servían.
El asunto se estaba volviendo trivial y hasta de cierta manera obsesivo.
Pasó un día más y sus vacaciones ya casi terminarían. Él no podría vivir recolectando piedras, regresaría al trabajo y sentía de cierta manera, que había perdido días valiosos de su vida por dedicarle semejante esfuerzo a esa empresa, en lugar de irse a practicar algún deporte acuático o pasear, o tal vez conocer chicas reales en vez de andar juntando piedras en la playa.
A la siguiente mañana, miró el mar y estuvo a punto de dar la media vuelta en otra dirección: mientras pensaba que no se rendiría para encontrarla, la razón le tentaba a seguir su vida sin concluir esa extraña tarea que ya le parecía alejada de la cordura.
Finalmente decidió volver a empezar la búsqueda, seguro de que ese día habría de encontrarla; cuando una ola fuerte, arrastró casi hasta sus pies, una piedrecilla oscura, tallada por las olas. Tuvo que correr un poco para que la resaca no se la llevara de regreso al mar, pero al fin la alcanzó. Esa ola de momento le parecía una bendición, para su cansancio ante la tarea y pensó. “Las coincidencias no existen.”
No sabía esa roca era realmente nueva para él o ya la había visto y él mismo la arrojó al mar nuevamente días atrás, situación que era muy probable. Sin embargo, percibía que esa roca estaba lisa y equilibrada, pero al mismo tiempo, era todo lo contrario.
Así que sacó a su piedra... ya se había encariñado con ella y alcanzó a ver que tenían muchas similitudes. En el color, en la falta de prominencias, ambas habían sido talladas por el agua de manera similar... pero su forma era de algún modo diferente... y el tamaño. A pesar de que en peso eran muy similares. Fue entonces que las puso en la misma mano y las sintió. Cerró los ojos, mientras las sopesaba y acariciaba en su mano derecha a la par que oía las olas llegando a la playa sin cesar.
Curiosamente, las piedrecillas parecían amoldarse y se sentían muy bien en su mano. Tal vez eso sólo lo vio al cerrar los ojos del cuerpo y empezar a mirar con otras partes de él.
Después vio muy bien la piedra por todos lados y la verdad es que le parecía linda. La estuvo observando por largo rato , tal vez sin darse cuenta como más de media hora, mientras jugaba con ambas piedrecillas, sentado en la orilla del mar. Quizás de manera instintiva y sin notarlo, pero la realidad es que los 30 minutos anteriores, él había abierto muy bien sus ojos y esa piedra realmente le gustaba para estar con su otro yo, que había sido tallado por las olas.
Respiró hondo, vio los kilómetros de playa que en días anteriores había recorrido y pasó algo muy natural. Él lo sabía en su interior, ya no tenía que preguntarse... “¿y si tres metros más adelante encuentro otra piedra mejor?”. Simplemente algo en su interior se lo decía, que no habría mejor pareja para su piedra que esa. Eduardo simplemente la eligió.
Habiendo llegado a su destino, los amigos le dijeron que querían ver a un viejo de la localidad que era considerado un sabio, por quienes vivían ahí. Sus demás amigos ya tenían sus preguntas preparadas incluso desde hacía varios meses, pero cuando el anciano le preguntó que quería saber, Eduardo enmudeció por unos instantes y después respondió:
- ¿Sabe?, yo no tenía planeado venir a este viaje y no quisiera ofenderlo, pero no sé que preguntarle. Es casi por coincidencia que estoy aquí.
El viejo le respondió:
- Las coincidencias no existen, busca en tu corazón qué es lo que deseas saber y simplemente dilo.
Siguió respondiendo las preguntas de los demás y cuando al fin regresó a donde estaba él, le dijo:
- ¿Ya sabes qué es lo que te preguntas a veces y no encuentras la respuesta?”
Hacía algunos meses le revoloteaba a Eduardo la idea en la cabeza de que deseaba formar un hogar o tener una pareja definitiva y decidió preguntarle a ese viejo, que sus amigos tomaban como guía, cómo es que podría hacer él para encontrar a su pareja ideal... no sabía describirlo... a aquella persona que sería su alma gemela o la mujer perfecta.
Entonces le preguntó.
- ¿Cómo es que puedo encontrar a mi alma gemela, para vivir con ella el resto de mi vida?
El guía le contestó.
- Tendrás que cerrar por un momento tus ojos del cuerpo y aprender a ver con otras partes de ti.
Entonces Eduardo temió que fuera a ser una mujer desagradable para él físicamente y le dijo, “bueno, pero yo en realidad veo muy bien y tengo gustos muy precisos.”
- ¿Qué quieres entonces?
- Pues deseo a la mujer que siempre he soñado.
- Entonces abre muy bien tus ojos.
Eduardo comenzó a desesperarse, pues creyó que por sólo basarse en la vista corría el peligro de encontrar a una mujer que tal vez no tuviera sentimientos afines.
- Bueno, es que yo quisiera que me des una fórmula, algún consejo, para encontrar lo que quiero.
- ¿Y ya sabes lo que quieres?
- Pues en realidad creo que quiero a mi pareja ideal, pero no sé exactamente cómo será.
- Entonces tienes que aprenderlo, y para ello te voy a dejar una tarea.
- Ve al mar y escoge una piedra tallada por las olas... que se parezca a ti. Ese serás tú. Y entonces deberás encontrar entre las demás piedras a la orilla del mar, una que esté tallada también por las olas y sea la pareja perfecta para la primer piedra que escogiste.
A la mañana siguiente así lo hizo.
Decidió que él era de gustos simples y escogió una piedra lisa y sin aristas, se pensó equilibrado, así que la piedrecilla era lo más redonda posible y como pensó que tenía intensidad en su ser por las cosas que hacía, decidió conservar la de color oscuro.
Y empezó su búsqueda.
El primer día pensó que lo mejor sería encontrar una piedra igual a la primera, así que recorrió mucha distancia y aquellas que no le parecían iguales, las regresó al mar.
Al final del día, recordó algunas de ellas y se preguntaba si realmente eran tan diferentes de como era él, pero ya las había dejado pasar, sería difícil volverlas a encontrar.
Se encontró con que él o su piedra, seguía sola.
El segundo día decidió echarse encima a cuanta piedra cruzó por su camino, que pensaba de algún modo que valiera la pena.
Al final del día tenía una cubeta llena de piedras, pero al mirarlas, tan solo eran piedras y lo que en su momento le parecieron ser las indicadas, a la hora de volverlas a mirar una a una... cada ejemplar era tan sólo la siguiente roca para mirar.
Y pensó, así como escogí a mi piedra, debo pensar en qué cualidades tendría mi pareja ideal y la escogeré.
Entonces a la mañana siguiente, escogió las piedras más hermosas, mientras pensaba... esta piedra es hermosa, mi mujer ideal sería así de hermosa. Luego agarró otra que le pareció práctica, tenía una forma tan peculiar, que hasta le serviría de pisapapeles o algo así. También escogió a la que le pareció diferente a todas, y como cada una de ellas eran tan distintas a él... a su primera piedra, dijo: “tal vez realmente yo no soy así” y empezó a escoger piedras similares a las que había escogido para representar a su mujer ideal.
Al final de ese día si tuvo como tres parejas ideales de piedras, pero las miró y cuando estaba a punto de aventar de regreso al mar aquel guijarro con el que se había identificado días antes, un apego extraño y estúpido por aquel objeto le detuvo.
Realmente él era así como la primera piedra y no deseaba cambiarlo... aunque las otras eran muy bonitas o peculiares, en realidad no eran como él. Esas piedras no le servían.
El asunto se estaba volviendo trivial y hasta de cierta manera obsesivo.
Pasó un día más y sus vacaciones ya casi terminarían. Él no podría vivir recolectando piedras, regresaría al trabajo y sentía de cierta manera, que había perdido días valiosos de su vida por dedicarle semejante esfuerzo a esa empresa, en lugar de irse a practicar algún deporte acuático o pasear, o tal vez conocer chicas reales en vez de andar juntando piedras en la playa.
A la siguiente mañana, miró el mar y estuvo a punto de dar la media vuelta en otra dirección: mientras pensaba que no se rendiría para encontrarla, la razón le tentaba a seguir su vida sin concluir esa extraña tarea que ya le parecía alejada de la cordura.
Finalmente decidió volver a empezar la búsqueda, seguro de que ese día habría de encontrarla; cuando una ola fuerte, arrastró casi hasta sus pies, una piedrecilla oscura, tallada por las olas. Tuvo que correr un poco para que la resaca no se la llevara de regreso al mar, pero al fin la alcanzó. Esa ola de momento le parecía una bendición, para su cansancio ante la tarea y pensó. “Las coincidencias no existen.”
No sabía esa roca era realmente nueva para él o ya la había visto y él mismo la arrojó al mar nuevamente días atrás, situación que era muy probable. Sin embargo, percibía que esa roca estaba lisa y equilibrada, pero al mismo tiempo, era todo lo contrario.
Así que sacó a su piedra... ya se había encariñado con ella y alcanzó a ver que tenían muchas similitudes. En el color, en la falta de prominencias, ambas habían sido talladas por el agua de manera similar... pero su forma era de algún modo diferente... y el tamaño. A pesar de que en peso eran muy similares. Fue entonces que las puso en la misma mano y las sintió. Cerró los ojos, mientras las sopesaba y acariciaba en su mano derecha a la par que oía las olas llegando a la playa sin cesar.
Curiosamente, las piedrecillas parecían amoldarse y se sentían muy bien en su mano. Tal vez eso sólo lo vio al cerrar los ojos del cuerpo y empezar a mirar con otras partes de él.
Después vio muy bien la piedra por todos lados y la verdad es que le parecía linda. La estuvo observando por largo rato , tal vez sin darse cuenta como más de media hora, mientras jugaba con ambas piedrecillas, sentado en la orilla del mar. Quizás de manera instintiva y sin notarlo, pero la realidad es que los 30 minutos anteriores, él había abierto muy bien sus ojos y esa piedra realmente le gustaba para estar con su otro yo, que había sido tallado por las olas.
Respiró hondo, vio los kilómetros de playa que en días anteriores había recorrido y pasó algo muy natural. Él lo sabía en su interior, ya no tenía que preguntarse... “¿y si tres metros más adelante encuentro otra piedra mejor?”. Simplemente algo en su interior se lo decía, que no habría mejor pareja para su piedra que esa. Eduardo simplemente la eligió.
jueves, 2 de agosto de 2007
Hermanos
... Hubiese sido aún más divertido si hubieras tenido mi edad y hubiésemos estado juntas desde siempre, pero esos años en que no estuvimos una con la otra, nos han hecho guardar muchos juegos y bromas para hora que ya somos grandes.
No te buscaba y te encontré; me adoptaste, sin que yo te lo preguntara. Coincidencia alegre del destino, que nos puso en un mismo sitio a ti y a mí.
Entonces hoy me doy cuenta de que además de lo que uno puede ser, de pronto te conviertes en maquillista, intérprete de sueños, amiga, tía, escucha, porrista y en ocasiones, hasta juego a robarle el puesto al hada madrina de cenicienta.
Nada de esto antes fui, porque no te había conocido.
Sin duda me da gusto saber que hay un par de orejas que se acalambran a veces al teléfono de tanto charlar (la tuya y la mía). Y sé que me falta la sabiduría de las abuelas, para decirte en algún momento las palabras indicadas, para que entiendas que no vale la pena entristecerse por pequeñeces en esta vida.
Sin embargo, después de casi siete lustros en esta tierra, ha sido un lindo regalo, de parte de la vida, la sorpresa de que en otra tierra distinta a la que me vio nacer y en otra sangre, haya encontrado en ti a la hermana que nunca antes tuve.
No te buscaba y te encontré; me adoptaste, sin que yo te lo preguntara. Coincidencia alegre del destino, que nos puso en un mismo sitio a ti y a mí.
Entonces hoy me doy cuenta de que además de lo que uno puede ser, de pronto te conviertes en maquillista, intérprete de sueños, amiga, tía, escucha, porrista y en ocasiones, hasta juego a robarle el puesto al hada madrina de cenicienta.
Nada de esto antes fui, porque no te había conocido.
Sin duda me da gusto saber que hay un par de orejas que se acalambran a veces al teléfono de tanto charlar (la tuya y la mía). Y sé que me falta la sabiduría de las abuelas, para decirte en algún momento las palabras indicadas, para que entiendas que no vale la pena entristecerse por pequeñeces en esta vida.
Sin embargo, después de casi siete lustros en esta tierra, ha sido un lindo regalo, de parte de la vida, la sorpresa de que en otra tierra distinta a la que me vio nacer y en otra sangre, haya encontrado en ti a la hermana que nunca antes tuve.
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