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jueves, 22 de marzo de 2007

Lluvia

En un principio pudiera ser difícil escribir sobre lluvia en una tarde soleada que ha desterrado todas las nubes del cielo, para dejarnos tan sólo el sudor de casi 40 grados centígrados, aún reflejado desde adentro de las ventanas de las casas... pero para quien el tacto es un placer oculto en muchos lugares... ciertamente no.

Entonces la sonrisa asoma tras el recuerdo de las travesuras que le acompañan a uno desde hace varios años y las sensaciones que hoy son la pueril confesión de un entretenimiento develado.

Así pues, los pequeños guijarros en el fondo de un río helado de montaña, son una doble alegría, cuando casi todo el mundo prefiere evitar el agua fría, o la orilla de una copa o de una taza de café... una tibia taza de chocolate contra las mejillas, en una tarde nublada.

El viento frío del otoño, o la tibieza del sol de media mañana... la seda o el yute, la frente inocente de un bebé, los pétalos de las flores y sus diversos tallos... hasta la barriga de una lagartija (sólo por curiosidad). El papel, el vidrio, el metal oxidado, la miel, el hielo frappé.

Y diferentes tipos de arenas, como conocer a distintas amistades, a todas las recuerdas y añoras en ciertas circunstancias. Las orillas de los libros y el gel para el cabello.

Pudiera parecer bastante ordinario, pero me parece que el mundo está lleno de pequeñas cosas extraordinarias y tal vez me pasaría días enteros enlistando un sin fin de sensaciones simples y memorables, pero en el caso de la lluvia...

La lluvia es toda una fiesta para mí, y me permito, cada que puedo sentirla sin remordimientos, ya sea que te arrojes a ella para brincar en los charcos sin importar si luego habrá arco iris o no, o que te sorprenda aún involuntariamente y te rindas a caminar bajo ella con todas las ideas y tus pertenencias empapadas, mientras te tienes que trasladar a un lugar.

Por ello, cuando alguien me platica que llovió en algún lugar y no estuve ahí, para verlo siquiera, no puedo resistir preguntar cómo es que decidió compartirse el cielo con los mortales que habitamos normalmente varios metros bajo las nubes.

Creo que hace algunos meses que no me he dado el tiempo de tener una de esas fiestas, la última me la perdí por consideración a mis amigas que no deseaban mojarse aquella tarde de enero.

Aunque tengo la certeza de que un resfriado bien vale la pena, como un cobro a crédito por una pequeña alegría en un día cualquiera.

El tema de hoy, afortunadamente me hizo volver a preguntarme: ...¿Y ahora pequeña, cuando será la próxima vez que te reirás bajo la sinrazón de sentir la lluvia una y otra vez?

2 comentarios:

Bertha Fréitez dijo...

La ultima vez que me deje llover fue hace como diez años. Recuerdo que estaba en un curso de verano de violoncello en un pueblo llamado Guama. Fuimos a un parque a celebrar el final del curso. En el parque habia un rio seco...y estaba lleno de arboles muy largos y poblados de unas hojas verdes, grandes, frescas. La lluvia cayo sin avisar, vi que alguna de mis compañeras corria para dejarse mojar, sin pensarlo la segui. No he sentido nunca una sensación de libertad tan profunda como la de ese día en ese parque de Guama, donde las hojas de esos arboles grandiosos compartieron conmigo la lluvia que no los tocaba y caía sobre nosotros, mi cara, mis ropas mojadas, mi cuerpo fresco recien lavado. También mi alma lavada por la energia mas pura que jamas he sentido. Esa es mi experiencia con la lluvia. Gracias por hacermela recordar en tu relato.

Rita dijo...

Hoy que porfin tuve tiempo de contestar todos los comentarios, la semana pasada me reencontré al fin con la lluvia (casi tres meses después de haberse publicado esta entrada... y por supuesto que la compartí por acá. Gracias infinitas por compartir tus recuerdos también.