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miércoles, 27 de junio de 2007

Solidaridad



El link:
http://www.youtube.com/watch?v=npM6vBv0XdY



La palabra solidaridad, fue una de esas palabras que aprendí sin que nadie me tuviese que explicar con palabras... en el terremoto del 85 en la ciudad de México.

Ese día por la mañana, fue la primera vez que sentí un temblor, aunque ya había estado en algunos, en la escuela, no los había percibido.

La mañana del 19 de septiembre de 1985, me arreglaba para ir a la escuela, cuando mi padre me llamó... llegué hasta donde él estaba, y me dijo ”mira, está temblando”... el vidrio del baño en donde él se rasuraba, estaba vibrando y hacía un sonido intermitente al golpear con la pared, di unos pasos más hasta el comedor y los vidrios que colgaban de los candiles, también tintineaban al chocar unos con otros...mientras sentía un mareo extraño, pude ver las cortinas y los demás muebles moverse un poco.

Pero el temblor se prolongó y se hizo más fuerte. La sensación que tuve, fue de que lo que hubiera debajo de las lozetas del piso se desmoronaba hacia un infinito bajo tierra.

Mi padre salió del baño y al ver mi cara de espanto, me dijo...”ya se va a acabar”. Y así fue, a los pocos segundos terminó.

Aunque la pesadilla para muchos, apenas comenzaba.

Después de que me tocó vivir la réplica del terremoto sola en mi casa, me encargaron esos días, en casa de unas amistades de mi padre.

Como en todas las escuelas, en el colegio de su hija estaban haciendo una colecta de alimentos para los albergues y los damnificados. El caso es que en todas las casas, recuerdo que no importaba si había mucho o poco, las amas de casa compartieron lo que tenían. Esto ocasionó que en los siguientes días hubiera bastantes alimentos en los puntos de concentración, aunque la población sabía que no sería suficiente.

Aquella noche, en ese colegio se juntaron bastantes cosas, pero la familia con quien estaba, era de las pocas que tenían camioneta y accedieron a llevar los víveres recabados.

Por la situación que antes mencioné, al llegar a algunos albergues, les decían que ya estaban completos de alimentos y los mandaban cada vez más cerca del centro. Ahí también había personas durmiendo en los camellones, que se quedaban a dormir afuera de sus casas, porque no se atrevían a entrar, temiendo otra réplica, pero cuidando sus cosas...o porque estaban buscando a familiares desaparecidos, o bien, eran voluntarios participando en las labores de rescate.

A ellos les entregaron los alimentos, en distintas esquinas de la ciudad. Hasta que llegamos a orillas del área donde estaba el edificio Nuevo León. Desde la ventana de aquella combi, en medio de la penumbra rota por las luces de las torretas de muchos colores, recuerdo haber enmudecido viendo aquel gigante de escombros... enorme, iluminado por luces blancas descomunales, que hacían parecer que en medio de la noche, allí era de día.

Esa montaña inverosímil de fierros y concreto que lucía gris, casi blanco, se veía salpicada por los impermeables amarillos de los bomberos, con dos grandes grúas y cadenas multicolores de personas voluntarias...

A los valientes bomberos, policías, soldados y un sin fin de anónimos que hicieron cadenas humanas para quitar piedra por piedra de los edificios derruidos, debemos las vidas que se salvaron aquella ocasión.

Empezó a lloviznar, y los pasajeros de aquella combi, sabíamos que eso podría dificultar las labores de rescate. Sin duda el silencio que reinó los siguientes segundos en el vehículo, era la preocupación por aquellas personas cuyos nombres desconocíamos, con rostros que nunca antes habíamos visto y que posiblemente jamás veríamos, pero que deseábamos con toda el alma que estuviesen sanos y salvos.

Todavía no acababan de entregar los víveres y seguimos unas calles más, para que pudieran entregar los alimentos que faltaban a quienes lo necesitaran.

Una vez concluida la tarea, decidieron aprovechar que se les había dado permiso para transitar por las calles del centro y acercarnos al hospital Juárez, en donde un familiar muy cercano estaba buscando a su esposa, quien estaba trabajando como enfermera cuando sucedió el terremoto.

Angelita, su hija y yo, quedamos esperando en el coche por largo rato, mientras su esposo había bajado a buscar a su hermano...

Cuando él regresó, el desconsuelo de su hermano por no haber encontrado aún a su esposa, fue el desconsuelo de todos.

Tal vez ellos hicieron mucho, por mucha gente aquel día y sé que sin duda hubieran querido hacer más...

Así que además de agradecerle a Angelita y su familia la compañía en esos días, también debo agradecerle, la huella imborrable que quedó en mí, de lo que en realidad significa la palabra solidaridad.

2 comentarios:

Clara Pérez dijo...

Rita, esta historia es realmente impresionante, creo que muchas veces uno conoce el significado de las palabras , pero en muy pocas ocaciones tiene la oportunidad de vivirlas, de sentirlas y introyectarlas con cada centimetro de piel y de alma. Que bueno que es sentimiento lo hayas compartido, hoy me acerco un poco más al significado de Solidarida despues de haberte leido.

Rita dijo...

Clarita, muchas gracias por tu comentario, de verdad que el regalo de sus palabras es el que me va dando un norte de cómo voy en este ejercicio.
Justamente en junio, el reto que me impuse, fue el de compartir un poco más las vivencias o puntos de vista personales, y aunque no sucedió en todos los temas de ese mes, en la mayoría de ellos, si. Sin duda esto tuvo, para mí, cierto grado de dificultad, pero también aprendí mucho de ello.