Cada año, el día Internacional de la mujer ofrece una pausa propicia para recordarnos lo que somos. Hace algunas décadas, la mujer tenía que luchar literalmente por hacer valer sus derechos diariamente y en todos los campos. Hoy en día hay más apertura; sin embargo, aún hay muchás áreas en dónde aún priva una enorme desigualdad y falta de oportunidad, así como marcadas desventajas para las féminas.
Sin embargo, ante la apertura que también se ha experimentado, las mujeres debemos tener presente nuestra identidad y nuestra naturaleza. La sensibilidad y las características físicas y emocionales que nos ha otorgado el dimorfismo sexual, no son de ningún modo una debilidad, sino una serie de fortalezas que se deben atesorar. Y la igualdad que como género se ha buscado desde hace siglos, también ha abierto ventanas de expresión para los hombres.
Sé que aún falta mucho por hacer, que la diferencia se siembra en cada hogar con una educación que promueva la igualdad, que no de cabida a injusticias como la violencia intrafamiliar y me gusta saber que cada vez hay más hombres involucrados en la compleja tarea de ser padres, que cada vez más caballeros expresan sus sentimientos y necesidades sin las cicatrices emocionales que el machismo de las sociedades latinoamericanas también ha dejado en ellos y también que las mujeres se puedan desempeñar en los mismos puestos que los hombres y tener éxito.
El hombre y la mujer se complementan y sé que es un camino a medio recorrer ese sueño de un mundo en el que ambos géneros se expresen y actúen en plena igualdad. Jamás ha sido una competencia, como los grupos extremistas lo aprecian, sino un proceso de evolución consciente hacia el conocimiento de las capacidades y posibilidades de nuestra especie.
No sé cuanto tiempo nos tardemos en lograrlo, pero mientras tanto...como cada 8 de marzo... Feliz día de la mujer.
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