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jueves, 1 de mayo de 2008

Mi padre-madre

Me llamo Julia, ahora tengo cuarenta años… y por principio, no tuve padre, ni madre, fui abandonada en la entrada de un orfanato de León Guanajuato. Ahí cambiaron tres veces la administración antes de mis diez años y cada vez nos dábamos cuenta de que los encargados sólo eran empleados, jamás nos volvían a ver una vez que se iban, no preguntaban por nosotros, simplemente no se acordaban, como si no estuviéramos ahí, como si jamás hubiésemos existido o si nos hubiéramos muerto.

Después llegó papá Toño, con Mamá Ebelia y las cosas comenzaron a cambiar, ella nos abrazaba antes de dormir y aunque a veces nos regañaba, también nos llevaba caramelos los viernes y nos daba uno a cada uno… a los que se habían portado mal y a los que se portaban bien, por igual.

Pero el gusto nos duró poco, a los dos meses, ella murió en un accidente, al parecer la atropellaron cuando iba al mercado a comprar las cosas del orfanato; jamás supimos con certeza, pero las historias cambiaban cada año cuando se la contábamos a los nuevos; una vez hasta corrió el rumor de que se la habían llevado los extraterrestres. Sin embargo, aún la recuerdo, a pesar de que sólo la pude abrazar esos dos breves meses, que fueron los más felices de mi niñez.

Después del accidente, cuando papá Toño faltó tres semanas seguidas y llegaron dos señoras a hacerse cargo de nosotros, pensamos que la historia se repetiría, pero no fue así.
Al cabo de unos meses él regresó… solo. Había solicitado hacerse cargo del orfanato. Pero esta vez no hubo una segunda persona.

En esos dos meses con mamá Ebelia, logramos ser una familia y después de su muerte, nuestro padre había decidido hacerse cargo de todos nosotros, de sus 23 hijos e hijas. El sueldo de mamá Ebelia, era entonces un regalo mensual para cada uno de nosotros, a veces era un vestido o una playera; a los niños más traviesos únicamente les llegaban pantalones, porque antes del mes ya los habían roto irremediablemente.

Como papá Toño, no se daba abasto, antes de dormir nos formaba en una fila y nos persignaba uno por uno dándonos un beso en la frente, para que nos fuéramos a las camas. Nos parecía que nunca dormía, si alguna vez una pesadilla nos despertaba, era casi seguro que lo encontráramos haciendo una caminata por los pasillos, para ver que todo estuviera bien, y cuando nos levantaba a las siete, ya el desayuno estaba listo. Los primeros meses fueron terribles, comíamos huevos quemados y la sopa estaba desabrida, pero con el tiempo mejoró notablemente.

Yo no sé de dónde sacaba tanta paciencia. Sólo una vez lo vi enojado, cuando un sábado estábamos lavando todos nuestra ropa y comenzamos a aventarnos el detergente en las cabezas, así como cubetadas de agua. Cuando llegó, palideció y nos gritó: “ ¡¿Qué están haciendo?!”, casi se le salían las lágrimas, mientras nos decía “¡Nos van a cortar el agua!, ¿Qué no ven que esto es todo el detergente que nos queda para el mes?”

Y todos quedamos como petrificados, tiesos, igual que cuando jugábamos a las estatuas de marfil, pero con los ojos muy abiertos, porque nunca antes nos había hablado así. El silencio entre sus lágrimas por salir y nuestra quietud, se rompió cuando Sebastián, que no pudo aguantar más, escupió el detergente de la boca, que le había entrado cuando Felipe le aventó un puñado a la cara y a Juanita se le cayó el balde de metal con agua que sostenía entre sus manitas de 6 años.

Papá Toño empezó a reírse sin parar, y nosotros seguíamos quietos, hasta que también comenzamos a reír, y cuando él tomó un puñado de detergente, la guerra de jabón y agua comenzó de nuevo.

Esa misma noche en la cena, nos prohibió las guerras de detergente, no tuvimos permiso de jugar en el piso a las canicas ese mes, y lavamos sólo con agua nuestra ropa, pero nos divertimos mucho de ver las siguientes semanas el piso del patio mientras llovía, porque se llenaba de espuma y echábamos barquitos de papel a naufragar en los ríos de burbujas cuando cesaba de llover.

Hoy sé que ser madre es cuestión de decisión, porque Papá Toño, decidió ser mi padre-madre, para toda la vida, aún después de que salí del orfanato y durante mis estudios, hasta que logré acabar una carrera universitaria.

Yo pensé que cuando tuviera hijos, sería una madre estupenda, pero tengo un problema de infertilidad y fui la feliz madre de tres perritos que llevaban nombres de personas, los años que vivieron.

También conocí a una mujer, que era mi amiga y decidió no ser madre… abortó. Conocí algunas más que tuvieron hijos y les dieron unas vidas horribles de maltrato e indiferencia a esos niños; parieron, pero creo que no acabaron de decidirse a ser mamás.

Supongo que ser madre es reconocer la fragilidad de un niño y saber que en este mundo ellas son ese refugio y sostén para un nuevo ser que en realidad no les pertenece.

También he conocido a otros padres-madres, que decidieron serlo y se hacen cargo de sus hijos, solos.

Juanita, que estuvo conmigo en la casa hogar, ahora vive con su esposo y dos hijos ahí, son los encargados; a todos los tratan por igual, con mucho amor; son los felices padres de los pocos niños que viven en el orfanato, porque se ocupan de que sean adoptados al poco tiempo de que llegan y sólo quedan los más grandes.

Papá Toño, también vive ahí, ahora es el abuelo Toño, lo voy a visitar una vez al mes y se la pasa contándoles historias a los niños, jugando con ellos.

También les cuenta que a mamá Ebelia se la llevaron los extraterrestres el día del niño y todos ríen mucho reinventando cada 30 de abril, naves espectaculares e imaginándola salir con sus maletas a pasar unas vacaciones interestelares; los demás días del año, nuestra mamá Ebelia es un ángel que subió al cielo y les cuida para que no tengan pesadillas.

...Hoy estoy muy contenta. Hace cinco años que estoy felizmente casada, pero no fue hasta esta mañana que recibimos respuesta a una solicitud que año con año renovamos mi esposo y yo ante las autoridades correspondientes. Nos darán un niño en adopción y casi no puedo creer que por fin encontré un eco a la decisión que tomé hace mucho tiempo… de ser mamá.

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(A propósito del mes de mayo, felicidades a quienes tomaron esa decisión, sin importar su género).

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