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sábado, 16 de febrero de 2008

La maldición de Scheherazada... o el sino del escritor

Cada escrito… una noche con el sultán (el lector). Que llega también al encuentro.
Y ahí está uno que en cada historia echa mano de amor, pasión, imaginación, y cualquier recurso que haga falta, para enamorar al lector, para que al final de la historia, decida que quiere más.

Entonces… hay un segundo encuentro; y el cuento debe ser aún mucho mejor, para seguir viviendo en el corazón del que lee. Si se logra… hay un tercer encuentro, que en nada garantiza uno posterior, a menos de que la historia sea tremendamente buena, o por lo menos mucho mejor que la anterior.

Así se pueden suceder los reportajes, los libros, los posts o las colaboraciones. Hasta que poco a poco el lector llega a creer que el escritor es bueno, hasta que desea su próximo material.

Pero, ¿qué le impulsó a Scheherazada a creerse capaz de tal empresa?, a pensar que podía enamorar a ese otro que no conocía, a encantarlo con sus historias, y apostar su vida en ello.

¿Qué impulsa a una persona a creerse capaz de enamorar no sólo a uno, sino al mayor número de personas, indistinto su sexo, religión, edad, preferencias y etcéteras a través tan solo de las historias?... pese a lo que tenga que pasar para lograrlo.

A lo largo de la historia, es bien conocido que algunos escritores han tenido que sobrellevar diversas situaciones en su afán de escribir; desde pobrezas, soledades, hasta haber puesto literalmente su vida en riesgo, por exponer sus ideas.

Sólo por contar sus historias…

Finalmente, de la gente que he conocido que se dedica a contar historias, cada quién tiene un giro particular en su existencia que le llevó a este punto sin retorno; en donde el impulso de escribir o de contar algo, puede más que cualquier otra cosa.

Algunos lo llaman vocación, a mi me gusta llamarlo La maldición de Scheherazada, porque uno se mete en esa situación por su propio pie y deseo, buscando conquistar el corazón de los lectores con cuentos, con historias. Porque es el afortunado o terrible sino que le alcanza al escritor, tarde o temprano en su vida… ese de contar historias para vivir y vivir para contar historias.

1 comentario:

AzulAlbanta dijo...

Y también, digo yo, darle las gracias a aquellos corazones discordantes que nos ayudaron un día a comprender que no estamos hechas sólo de palabras... Que nos devolvieron el aire, la lluvia, los besos, el pan y la sal.

Qué le voy a hacer, doña Rita, anochezco tremendamente ñoña y suspirosa...